El silencio de Odiseo
Nada fuera del silencio, opera prima de Eduardo Jordán, es una odisea moderna. Eduardo, el protagonista, no sólo enfrenta el resabio de las Troyas que han ardido en su historia familiar, y supera la visión ciclópea de una tradición patriarcal, sino que encuentra, en las Nausicaas que lo cobijan, la barca silenciosa que lo regresa a casa. El silencio, como hilo conductor temático a través de los diferentes episodios, va adquiriendo matices sugestivos conforme crece y madura el personaje en sus búsquedas; es el punto de partida a la vez que el puerto de retorno.
La novela integra con maestría un universo multicultural que revela historias personales y secretos familiares con gran sensibilidad. El viaje de Eduardo a través de distintas ciudades del mundo deconstruye poco a poco el privilegio y las apariencias de clase. En el proceso de atestiguar las múltiples formas en que la fortuna les arrebata a sus seres queridos el oro y la gloria de este mundo, Eduardo encuentra un legado personal que le enseña a dirigir su timón en el estrecho proceloso que forman la entrega y la renuncia. Escucha atentamente el canto lastimero de las sirenas, y se reconcilia con la muerte que acumulan bajo sus zarpas. Cuando finalmente encuentra un propósito que se sostiene en la tempestad, el protagonista pierde el miedo a construir su casa y orientarla hacia lo más luminoso aún si ello conlleva aceptar que el presente es un mar de arena.
Al igual que Odiseo, Eduardo es un arquitecto: es el maestro constructor de su destino, cuya piedra de toque es mêtis, la ‘inteligencia transformadora’ que caracteriza al artesano. Recordemos que mêtis no sólo es sinónimo de ‘ingenio’ o de ‘sabio consejo’ sino también de ‘justa medida’. Se trata de una habilidad que calcula no sólo la amplitud del espacio sino también lo oportuno en el tiempo. Los silencios que Eduardo enfrenta temperan su inquieta voluntad y construyen espacios de sentido.
Por otra parte, Eduardo aprende que, si bien el ingenio es la cualidad que distingue al ingeniero, su civilidad es lo que lo capacita para construir el ágora con otros hombres. Y en esto, no sólo descubre un linaje de maestros que le guían sino a su contraparte: la Penélope que le aguarda al final de su viaje también es una consumada arquitecta tejiendo y destejiendo con la mêtis de sus palabras los contrafuertes del templo. La odisea culmina sobre un lecho formado por el gran tocón de un árbol de olivo, una columna inamovible y triunfal en derredor a la cual se cimbra la casa. En un mundo estridente donde nadie escucha, esta novela es, en definitiva, una barca de silencio para quien busque hacer un viaje íntimo.
Nada fuera del silencio es más que una novela, se trata de un diario de viaje del protagonista a través del encuentro consigo mismo. Su narración, totalmente honesta y personal, nos permite acompañarlo en este viaje iniciático y descubrir junto a él que, aún sin saberlo, desde su infancia estuvo en la búsqueda de una identidad libre de imposiciones familiares o sociales.
Nacido en una entorno acomodado y con fuertes lazos y costumbres, Eduardo, de 18 años de edad, ahora debe cumplir con una tradición familiar, la prueba de fuego para todos al llegar a la edad adulta: debe iniciar el “Juego”. Aunque para muchos eso significa una aventura increíble y atractiva, en su caso no tiene claro lo que implicará. Es parcialmente consciente de que su apego a la familia y a Isabel, su novia, le harán difícil el juego, pero al mismo tiempo dentro de sí sabe que es momento de buscar más allá de su mundo conocido.
Y no se equivoca, es en Florencia que su hambre de conocer y el descubrimiento de algunos hallazgos familiares le abren la puerta a aspectos desconocidos de su pasado. Sin embargo, Eduardo se ve forzado a abandonar antes de tiempo. Aunque parece que ha perdido, sabe que esos meses le han servido para tener un primer contacto consigo mismo que no esperaba y que le hará imposible regresar a una vida normal y cotidiana.
De vuelta en México inicia la carrera de arquitectura, pero las circunstancias lo van llevando a abandonarla para buscar respuestas sobre sí; sin pensarlo, decide seguir los pasos de su tío Santos Balmori, un reconocido pintor poeta y ensayista con el que comparte, sin ser consciente de ello hasta su muerte, una actitud frente al significado profundo del Amor. Y con esta decisión inicia un viaje por distintos lugares geográficos y personales que lo van enfrentando a la necesidad de conocerse y reconocerse. El silencio se convierte entonces en esa herramienta clave que trasformará cada paso del camino.
En Nada fuera del silencio encontramos lo que encierran otras formas de entender, sin emular, las costumbres familiares que nos acompañan en la vida, pero que no son precisamente una referencia válida o un modelo a seguir. Entendemos que nuestro espacio, nuestro lugar, es entonces consecuencia de las decisiones frente a cada cruce de caminos; que aun en medio de un mundo agitado y lleno de estímulos y ruidos de fondo, persiste la capacidad innata de un reencuentro significativo.